Aunque Karl Marx escribió en la crítica del Derecho de Hegel «La
religión es el opio del pueblo» no se puede hacer una interpretación
mecanicista de este aserto. La dialéctica nos enseña que existen
unidades de contrarios. Las circunstancias objetivas en que se
desarrolla «la religión es el opio del pueblo» es en la superación de la
filosofía clásica alemana. No podemos ni debemos hacer uso de esta
expresión para atacar los sentimientos religiosos de las personas. Bien
durante el desarrollo y construcción del
socialismo Stalin escribió: «La cuestión de las creencias religiosas
debe tratarse con mucho cuidado, pues los sentimientos religiosos del
pueblo no deben ser ofendidos. Estos sentimientos han sido cultivados
durante siglos y gran paciencia se requiere en esta cuestión, ya que la
tolerancia a estas creencias es importante para la cohesión y unidad del
pueblo».
Volviendo a la
cuestión de la unidad de contrarios. La religión tiene un doble
carácter: un carácter alienante cuando se usa como justificación y
defensa de la propiedad privada y un carácter desalienante, emancipador,
cuando se propugna como guía espiritual de los pobres hacia su
liberación de las cadenas y la imposición de la igualdad entre los
hombres.
En San Marcos 10.25 podemos leer: «Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios».
En San Mateo 10.28: «Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno».
En la situación presente debemos recuperar el cristianismo para nosotros, el pueblo, y alejarlo de las concepciones alienantes pequeñoburguesas. Debe servir como guía espiritual para la emancipación del hombre, no como justificación de la opresión del rico.
En San Marcos 10.25 podemos leer: «Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios».
En San Mateo 10.28: «Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno».
En la situación presente debemos recuperar el cristianismo para nosotros, el pueblo, y alejarlo de las concepciones alienantes pequeñoburguesas. Debe servir como guía espiritual para la emancipación del hombre, no como justificación de la opresión del rico.
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