martes, 17 de abril de 2018



Aunque Karl Marx escribió en la crítica del Derecho de Hegel «La religión es el opio del pueblo» no se puede hacer una interpretación mecanicista de este aserto. La dialéctica nos enseña que existen unidades de contrarios. Las circunstancias objetivas en que se desarrolla «la religión es el opio del pueblo» es en la superación de la filosofía clásica alemana. No podemos ni debemos hacer uso de esta expresión para atacar los sentimientos religiosos de las personas. Bien durante el desarrollo y construcción del socialismo Stalin escribió: «La cuestión de las creencias religiosas debe tratarse con mucho cuidado, pues los sentimientos religiosos del pueblo no deben ser ofendidos. Estos sentimientos han sido cultivados durante siglos y gran paciencia se requiere en esta cuestión, ya que la tolerancia a estas creencias es importante para la cohesión y unidad del pueblo». 

Volviendo a la cuestión de la unidad de contrarios. La religión tiene un doble carácter: un carácter alienante cuando se usa como justificación y defensa de la propiedad privada y un carácter desalienante, emancipador, cuando se propugna como guía espiritual de los pobres hacia su liberación de las cadenas y la imposición de la igualdad entre los hombres.

En San Marcos 10.25 podemos leer: «Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios».

En San Mateo 10.28: «Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno».

En la situación presente debemos recuperar el cristianismo para nosotros, el pueblo, y alejarlo de las concepciones alienantes pequeñoburguesas. Debe servir como guía espiritual para la emancipación del hombre, no como justificación de la opresión del rico.

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